El triunfo o la derrota ante el sistema, en dos relatos de ficción:




Winston Smith estaba en la habitación 101, era el lugar donde el torturador aprovechaba sus temores para convertirlo a la doctrina del Gran Hermano. “Las ratas”, temía Winston, “Las ratas no las puedo soportar...”, mientras el hombre del partido se acerca, precisamente, con una pequeña jaula ocupada por las criaturas. Según le muestran a Winston, la jaula va a cubrir su rostro y permitir que los roedores tengan un banquete con la carne de sus labios y párpados…

Esta es la situación en que pone Orwell a su protagonista de la novela 1984. El propósito de los torturadores del partido, es que Winston traicione a su cómplice, que delate a la mujer con quien ha tenido un romance prohibido por el régimen y ruegue que sea ella, en lugar de él, quien soporte el tormento de las ratas. Si Winston concede y entrega a la mujer que ha amado.., no quedará en él nada de respeto propio, nada por lo cual rebelarse; Winston habrá perdido su humanidad y nunca más confiará en que exista algo fuera de ese  régimen que le viste, alimenta y adoctrina. Winston será un hombre vencido por el sistema.

En otra historia de ficción hay un mensaje similar: cuando el personaje de Eve es sometida a las vejaciones de un calabozo, por un rebelde anónimo y enmascarado que se hace llamar a sí mismo “V”, como “Vendetta”; ella piensa a que ha sido encarcelada por el gobierno fascista que impera en su versión futurista de Londres, un régimen al que pensaba haberse adaptado lo suficiente como para acomodarse. Ahí estaba, sin embargo, enfrentándose a una terrible condena debido a una desafortunada coincidencia con V. Los rigores de la piedra húmeda, el hambre y el encierro, van quebrando la voluntad de Eve, quien llora continuamente. 

Después de algunos días, comienza a recibir unas notas manuscritas de una supuesta compañera de celda, quien le cuenta sobre su encarcelamiento por el crimen de ser homosexual. Eve sigue la cronología de hechos: el romance y el compromiso que sentía por su pareja, el rechazo del sistema y la manera en que enfrentaba la ejecución, saboreando la grata memoria de haber consumado su amor. Es en la solidaridad que Eve construye con esta compañera y en su relato de intimidad y afirmación, sin remordimientos, se opera una transformación en la actitud del personaje. Siente que está lista para ser ultimada por su captores, ya no teme por su vida, sino por perder la calidez humana que ha compartido con su compañera desconocida, su cómplice de destino. Es en ese momento que las rejas abren e Eve puede salir de la cárcel de mentiras que había sido elaborada para ella.

Winston, Eve y múltiples protagonistas de relatos y héroes de nuestra historia, se han enfrentado al dilema de la propia humanidad. El sistema les exige que delates a un objetor de conciencia, incluso cuando tienes simpatía por la persona; el policía que te advierte sobre ese amigo con ideas políticas, que puede traerte problemas; el oficial que te invita a repudiar a un crítico del sistema, para que seas parte del grupo que presume de la supremacía moral; aquel quien te dice que invites a marcharse del país a esos quienes no suscriben una u otra consigna política, como si las ideas ocuparan ese espacio donde ya no caben ambos. Todo sistema de dominación nos pretende eliminar como sujetos dignos, críticos e independientes, para organizarnos como temerosos adictos de nuestros pequeños privilegios. 

Hay sólo una vía de afirmación y resistencia: siempre actuar como nos haga más dignos y  humanos. Y nunca aceptar menos.

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